Construir regiones, escuchar el centro, perder el mapa, mirar desde el claro en el bosque. Habitar el tiempo.
lunes, 18 de agosto de 2014
Quizás todo esto no sea tan importante, y la debilidad no es más que una argucia para evitar el atropello de las preguntas sin respuesta. Sin embargo, el peso en la muñecas, el plomo, la voz sumergida y la razón azotada por los vendavales del norte sacuden el cuerpo y densifican los fluidos.
Y es todo un misterio, como un principio estético.
Estar atrapado en los sueños de aquel jardín que siempre estuvo en ruinas;
llorar nervioso y roto al haber olvidado la letra de aquella canción que siempre supiste de memoria;
sentir la caída de los párpados cuando la visión nocturna se ha acostumbrado a la oscuridad y el casi vencimiento del miedo alumbra las formas antes invisibles;
escuchar la psicofonía del silencio en las cavidades hacia la imposible extinción del sonido.